En 1934, el Nuevo Estado Portugués exhibió en la Exposición Colonial Portuguesa a Rosinha, una nativa de la entonces Guinea Portuguesa, que fue presentada como un trofeo exótico. Marta Pessoa utiliza las imágenes de archivo del evento para cuestionar esa situación. Amplía su mirada a los objetos de la memoria y los espacios de conservación a los que los museos otorgan protagonismo, revelando una repetición de Rosinhas que resuenan a través de fotografías guardadas por soldados de guerra coloniales e ideas imperialistas que perduran como animales disecados.